No existe mayor
injusticia que tratar igual a los desiguales:
Cigarras, hormigas y la
Hormiga Atómica
Cuando una organización decide
aplicar un sistema retributivo fijo y evita los incentivos o reconocimientos,
considerando que las personas deben recibir un trato igualitario, están
cometiendo un error de dimensiones y consecuencias incalculables, que además de
perjudicar los resultados de la organización, desmotiva a las personas y
especialmente a aquellas que disfrutan con su trabajo y se implican en los
objetivos de la organización, preocupándose por mejorar sus resultados. Esta
situación hoy en día todavía se produce en un gran número de empresas y el la
mayor parte de la administración pública.
En una organización normal,
existe siempre un pequeño porcentaje de trabajadores, en torno a un 10 % que,
como las cigarras, aplican la ley del mínimo esfuerzo, mientras otras personas
al igual que las hormigas de la famosa fábula, se esfuerzan en conseguir
resultados llevando al límite sus capacidades. Este grupo de personas conforman
el grueso de la plantilla, entre un 70-80 % del total. Cuando las hormigas perciben que su esfuerzo
obtiene la misma recompensa que la recibida por las holgazanas cigarras, a pesar de que precisamente su
esfuerzo es el que permite a las cigarras
mantener camuflado su bajo rendimiento, algunas de ellas deciden convertirse en
cigarras, una opción más cómoda
aparentemente y son recibidas en su nuevo grupo con los brazos abiertos. Dentro
de las cigarras existen líderes que
socializan a las nuevas, inculcándoles los nuevos valores: trabajar es un castigo y hay que evitarlo, el que se esfuerza por la
organización es un estúpido, porque nadie se lo va a agradecer y los objetivos
de la organización son contrarios a los de los trabajadores. Los mandos son
unos ineptos, los clientes son una molestia y la propiedad de la organización
solo busca exprimir a las hormigas para obtener el máximo beneficio o ventajas
políticas.
Esta intoxicación de negatividad
crea una situación en la que la escalada de desmotivación es imparable,
creándose una cultura laboral de desánimo que disminuye la motivación de todas
las personas de la empresa, abocando a muchas de ellas a adoptar el rol de cigarra, con el consiguiente perjuicio
para la empresa.
En cambio, hay otras
organizaciones en las que solo las hormigas
más aplicadas en su trabajo reciben recompensas a su esfuerzo, económicas o
emocionales. Esto cambia la situación totalmente, ya que las cigarras en estas organizaciones están
peor consideradas y corren peligro de que su falta de rendimiento sea muy
evidente. Esto trae consigo una drástica disminución de cigarras que se convierten en hormigas
con la esperanza de conseguir un premio a sus esfuerzos.
En los años sesenta del pasado
siglo
Hanna-Barbera
creó un personaje llamado Atom Ant (La Hormiga Atómica), que poseía una
extraordinaria fuerza y super poderes gracias a una radiación atómica, llevaba
un característico casco con dos orificios por los que salían sus dos antenas,
que tenían el poder de captar señales de quien necesitaba su ayuda. En las
organizaciones excelentes, las hormigas más brillantes, desarrollan también
“antenas” que les permiten percibir lo que otros no perciben y desarrollan un
rendimiento superior al resto gracias a su talento natural, que como la
radiación de la hormiga atómica les permite disfrutar de “poderes” que no están
al alcance de las demás hormigas. Este grupo puede no existir o llegar hasta un
20 % del total.
Cuanto más café para todos exista en la organización, más alto será el
porcentaje de cigarras y más bajo el
de hormigas atómicas. Si por el
contrario existe una cultura de superación y desarrollo, todas las hormigas querrán ser atómicas.
Pero hay algo muy importante que
debemos preguntarnos ¿por qué las personas deciden ser cigarras? y ¿es posible que todos podamos ser hormigas atómicas si se producen las circunstancias adecuadas?
Desde que se estudia el
comportamiento humano, existe una polémica histórica entre las teorías que
defienden que las conductas están condicionadas por el entorno y los que opinan
que hay factores internos que se imponen a los condicionantes ambientales.
Probablemente una combinación de ambos sea la causante de las conductas y
diferencias individuales. Pero en el caso del mundo laboral, para ser un
trabajador estrella solo se necesitan dos cosas: una buena capacidad para
realizar el trabajo y experimentar pasión por su trabajo. Cuando se producen
entornos favorables, estos factores multiplican el rendimiento.
También hay que considerar que en
todas las organizaciones existen cigarras,
por diversos motivos resulta inevitable que existan fallos en los procesos de
selección y personas que realizan su trabajo de forma mediocre, sobreviven,
especialmente en empresas de gran tamaño, donde su falta de rendimiento se
diluye. Es muy difícil que en una empresa de más de cien personas, no existan
algunas cigarras, cuando la plantilla
supera las quinientas, las colonias de cigarras
están garantizadas. El tipo de trabajo también influye, pues aunque la
empresa no sea muy grande, cuando la presión por conseguir resultados es inexistente
y el trabajo deja de ser una actividad retadora para convertirse en una rutina
aburrida, las hormigas encuentran más
cómoda la vida de cigarra. Lo mismo
ocurre cuando las cargas de trabajo son bajas, las personas, en lugar de
esforzarse en realizar el trabajo de forma más eficiente, se esfuerzan en
adaptar su jornada a las pocas tareas que deben realizar, con lo que se
convierten en cigarras por una
cuestión de supervivencia. Nadie reconocería que tiene poco trabajo, porque hay
muchas personas que perciben esa realidad como una amenaza a su propia
seguridad laboral y cuando el ambiente de trabajo está basado en la
desconfianza ¿Quién se atrevería a ser el primero? Cuando otras cigarras que tienen la misma baja carga
de trabajo, posiblemente estén quejándose continuamente a su supervisor de lo
sobrecargadas que están. Alguien se preguntará por qué ese supervisor no
detecta la situación, la respuesta es sencilla, en esos casos no es infrecuente
que ese supervisor tampoco tiene mucho trabajo por lo que se ha convertido en
un jefe cigarra y no le interesa que
se evidencie que su equipo está sobredimensionado porque el o ella son, en
parte, también responsables de la situación.
Si queremos que nuestras
organizaciones sean competitivas, podemos reducir el volumen de cigarras, simplemente haciéndoles la
vida más difícil, al tiempo que hacemos la vida más fácil a las hormigas, que lucharán por llegar a ser
las mejores, el método es sencillo: fijar objetivos retadores, proporcionar a
las personas los medios adecuados y reconocer los logros cuando se producen.
Hay muchos matices, pero quedan para otra ocasión.