martes, 18 de marzo de 2014

LOS CANGREJOS SAMURAI (Selección artificial)



Una de las curiosidades zoológicas del mundo son los cangrejos samurai, o cangrejos de Heike. Su nombre lo han obtenido porque los dibujos en su caparazón recuerdan el casco de un guerrero samurai.

La historia comienza en 1185. El Mikado (Emperador) era Antoku, quien era un niño de siete años, y había sido coronado hacía siete años, cuando tenía un mes de vida. En los últimos decenios, la casta militar había prosperado mucho y ahora amenazaba la estabilidad del trono imperial; el resultado final había sido una dantesca guerra civil que tenía en vilo a todo Japón.
En una gran batalla naval, librada en Dan-no-ura (cerca del Estrecho de Shimonoseki), se decidió todo. El clan Taira, al que pertenecía el Emperador, sufrió la defección de uno de sus más importantes generales, que reveló al enemigo, el clan Minamoto, cuál barco era el que portaba al Mikado Antoku. Aprovechando esta ventaja, los Minamoto obtuvieron una victoria tan contundente, que arrasaron con el clan Taira y se apoderaron del trono japonés, si bien no se atrevieron a gobernar ellos mismos como Mikado, y se conformaron con el título de shogunes, gobernando (nominalmente) en nombre del Mikado.

En cuanto a Antoku, la leyenda dice que murió ahogado por iniciativa de su abuela, quien prefirió sacrificarse ella misma y a su nieto, antes que caer en manos del enemigo. Sólo 43 mujeres, damas de honor de la corte, sobrevivieron a la matanza generalizada del clan Taira. Estas mujeres se radicaron en los alrededores de Shimonoseki. Con el tiempo, el santuario en el cual está el mausoleo de Antoku se volvió centro de un festival ceremonial, y creció la leyenda de que los espectros de los samurais muertos a su servicio rondaban todavía por las aguas del lugar.

Aquí es donde entran en la historia los cangrejos. Porque los pescadores, presa de escrúpulos supersticiosos, cada vez que pescaban un cangrejo cuyo caparazón tuviera un dibujo que tuviera una vaga semejanza con el rostro de un samurai, lo devolvían al mar. De manera que estos cangrejos, libres de su principal depredador, el ser humano, se reprodujeron a discreción, mientras que quienes carecían de tal fortuna, eran limpiamente devorados. Con el tiempo, todos los cangrejos de la zona heredaron esos dibujos, cada vez más parecidos al rostro de un guerrero samurai que son característicos del cangrejo Heike.
La historia nos enseña varias cosas, la primera es que las personas podemos convertir una idea abstracta y algo descabellada en una realidad material y auténtica. Es interesante reflexionar sobre el hecho de que una idea compartida por suficientes personas consigue modificar la realidad... incluso sin que las personas sean conscientes de ello.
La segunda es que frecuentemente olvidamos que, en muchas ocasiones, no sobreviven los más aptos o los más fuertes, sino los que mejor adaptados están a su entorno y que este puede ser caprichoso, sobre todo cuando las personas intervienen en el mismo.
La última, que todas las cosas por extrañas que parezcan tienen un sentido. Últimamente se ha discutido la posibilidad de que esta explicación no sea real y que las formas de los cangrejos sean "naturales", pero en cualquiera de los casos, la historia es lo suficientemente bonita como para creérsela.




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